sábado, 22 de mayo de 2010

Un partido de Primer Mundo



Durante varios años fue una gratísima costumbre ver los partidos de la Champions League con amigos, un grupo pequeño y selecto. Hoy, a la distancia, me interesaba conocer la opinión de ellos: ¿Bayern Munich o Internazionale de Milán? pregunté por mensaje de texto antes de que se disputara la gran final. No tardaron en responderme. "Me parece que el Inter lo gana sin problemas. Creo que a los 20’ del segundo tiempo lo liquida. Va a ser más abierto de lo que muchos creen" sentenció Gabriel desde Mar del Plata. Pato, ahora en Tapalqué, coincidió en quien sería el triunfador: "Gana el Inter con gol del enviado del Cilindro de Avellaneda…" haciendo referencia, obviamente, a Diego Milito. Pues bien señores, el Inter de Milán ganó la orejona después de 45 años y millones y millones de euros/dólares gastados inútilmente en jugadores. ¿Tengo amigos adivinos? No, esta gente sabe de qué habla.

El partido no dio para el gran análisis. El Bayern intentó atacar pero no estuvo ni lúcido ni lucido. Para el equipo alemán la ausencia de Ribery fue decisiva. El Inter ejerció su obra de ingeniería, que consiste en defenderse y aprovechar las oportunidades para hacer daño, y cuando pudo golpear lo hizo a través de su número 22: Diego Milito tuvo una tarde-noche sensacional, marcando los dos goles. Mi amigo Gabriel, en un reconocimiento a la gran temporada del Príncipe, hizo el siguiente comentario post-partido: "Debo reconocer que cuando Bielsa lo convocaba quería lapidarlo. Pero la verdad que me sorprendió gratamente. Quiero (para el Mundial) un tridente Messi-Milito-Higuaín". El mismo deseo que tuvimos para con Messi hace unos días, lo hacemos extensivo a Milito: Ojalá dentro de 18 días sigas tan encendido como ahora, Diego... El director técnico José Mourinho le dio a este Inter la mentalidad ganadora que el equipo italiano había conseguido a medias con otros entrenadores. Podrá gustar o no el estilo del portugués, pero sirvió para que su equipo ganara el trofeo más importante a nivel de clubes. Esta vez la represa del ingeniero no estuvo a punto de desbordarse, como aquella tarde frente al Barcelona, en el partido disputado en el Nou Camp, cuando los blaugranas buscaban la clasificación y los interistas resistieron casi milagrosamente.

Para el final, vale la pena resaltar lo que sucedió fuera de los 93 minutos que duró el partido. La organización, impecable. El estado del campo de juego, inmejorable. La premiación, los festejos de los hinchas y de los jugadores sin invasión de fotógrafos, camarógrafos y curiosos. El respeto mutuo entre los equipos, con Cambiasso organizando un pasillo para que los jugadores del Bayern fueran a recibir sus medallas y posteriormente el aplauso cuando levantó la copa para Javier Zanetti, capitán del Inter de parte de Van Gaal, los jugadores e hinchas alemanes que acababan de perder el partido más importante del año. Sin histerias. Seguramente con bronca, con dolor, pero con dignidad. Todo esto no debería sorprendernos, porque como dijimos anteriormente, no es el primer partido de la Champions que nos tiene como espectadores. Por otra parte, que un evento de semejante magnitud se desarrolle dentro de este marco organizativo, no debería considerarse como algo anormal. Sin embargo, esta imagen está lejos, muy lejos de la que pudimos ver hace unos días cuando Estudiantes quedó eliminado de la Copa Libertadores por el Inter de Porto Alegre. Allí, una vez más, pudimos ver a Leandro Desábato protagonizando incidentes, corridas, golpes, provocaciones. No es la primera vez que Desábato está envuelto en esta clase de problemas. Obviamente después aparecieron las disculpas y los arrepentimientos del caso. El daño ya estaba hecho. Aludiendo a una publicidad lanzada recientemente por TyC Sports, que habla sobre la pasión única que despierta el fútbol en esta parte del mundo, podemos afirmar que la hecatombe protagonizada por el Chavo Desábato y compañía, esto, también es cultural.

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