sábado, 3 de julio de 2010

Qué manera de panquequear, que manera de veletear...

Ahora, cuando Argentina ya se quedó afuera del Mundial y muchos panqueques prendieron las motosierras para hacer leña del árbol caído, me pintó transcribir la nota que salió ayer en The New York Times. Obviamente este equipo tenía sus defectos, había cosas que uno no entendía y decisiones con las que disentía, pero me parece que esta nota resume lo que pensaba gran parte de la gente sobre Maradona y la Selección antes del partido con Alemania. (Perdón si la traducción tiene algún error)


Querido Diego: Es hora de que los críticos digan perdón, y gracias.
Por ROB HUGHES
2 de Julio de 2010



Evaluamos mal tu nombramiento como entrenador. Creíamos que Julio Grondona, el presidente de 78 años de edad, de la federación de fútbol de Argentina, había perdido todo sentido de la razón cuando te pidió a vos, un icono ya desvanecido y sin experiencia como entrenador, que te hagas cargo de un equipo nacional roto y lo lideres a través de la Copa del Mundo.

Bien, lo mismo respeto de tu presunta experiencia.

Pase lo que pase entre Argentina y Alemania en Ciudad del Cabo el sábado, el equipo ha sido la alegría de este torneo.

Has dado vida a una era excesivamente prudente en el deporte. Tus jugadores -Lionel Messi, por supuesto, y Carlos Tevez, Gonzalo Higuaín y otros- han impresionado.

El talento es evidente, incluso para nosotros, los sabelotodos. El grupo de jugadores que heredaste estaba claramente desbalanceado. Tenés más delanteros de los que necesitás y pocos defensores de verdadera calidad.

Aún así, la mayoría de los entrenadores calificados habrían hecho lo que hizo Brasil durante el campeonato: defender en gran número y atacar sólo esporádicamente. Pero no Maradona. Vos liberaste a tu equipo, conciente de sus fortalezas: ataque, ataque, ataque.

Y cuando das las licencias de la manera que lo hiciste con Messi, Tévez y compañía, también nos liberás a nosotros. Cuando tu equipo destroza la cautela de los oponentes, nos sentimos como niños, cuando todos quieren ser atacantes.

Tus payasadas en la línea lateral personifican esto.

No nos engañás, Diego, con tu traje gris y tus zapatos lustrados. Vemos más allá de ese atuendo formal a un hombre reviviendo su juventud, un hombre de 49 años que era el héroe temerario en 1986. Un hombre que fue a Alemania para el último Mundial, vestido con camiseta de jugador, alentando desde las tribunas.

Ese entusiasmo nos recuerda que el fútbol es un juego sencillo. Tu equipo tiene habilidades superiores de ataque, así que juega de acuerdo a su naturaleza.

Esto va a sonar muy obvio. Alemania representa un verdadero desafío, especialmente para tu defensa. Sin embargo, nosotros no estamos seguros de que estés preocupado por algún oponente. Cuanto más lejos llegue tu equipo, más cerca estarás de despojar el mito y la mística de que la gestión del equipo es una ciencia y que un director técnico sólo puede tener éxito a través de años de estudio y de manual.

No te imagino a vos leyendo libros sobre cómo ser exitoso en tu juego. Habiendo crecido en las calles de Villa Fiorito, entiendo que para vos los libros sean una bazofia.

Un manual para cualquier cosa escrito por extraños no te habría sacado de ese empobrecido pero en cierto modo feliz lugar. Tus habilidades lo hicieron. E incluso los ingleses que maldijeron tu gol de la Mano de Dios durante la Copa del Mundo de 1986 tuvieron que reconocer el genio con el que burlaste a seis hombres para anotar un segundo gol en ese juego: el Gol del Siglo.

Genio, jugando con tus propias reglas.

Sin embargo, cuando Grondona, el presidente de la federación de fútbol argentino, antes que nadie oyera hablar de Maradona, te nombró a vos como entrenador, todos nos quedamos pasmados.

¿Cómo funciona? ¿Cómo puede un jugador que se quemó con las drogas, el alcohol y una aparente incapacidad para hacer frente a la vida más allá del pitido final, ser el guía y mentor de los jugadores que parecían perdidos y desilusionados por su federación nacional?

Gente mejor posicionada y los hombres que habían llevado a Argentina a sus dos Copas del Mundo, temían por su país y por vos.

Muchos estuvieron de acuerdo con Daniel Arcucci, (un columnista de La Nación), que escribió el año pasado, "Tal vez Maradona está arriesgando demasiado, como siempre en su vida, incluso su condición de mito."

Arcucci no estaba solo en ese temor. Ninguno de nosotros imaginaba lo que estamos viendo ahora.

La historia está en contra de tu equipo.

Vos sabés, pero probablemente no te importa, que sólo dos hombres han ganado la Copa del Mundo como jugadores y como entrenadores. Mário Zagallo jugó para Brasil cuando triunfó en 1958, y fue el entrenador en 1970. Franz Beckenbauer fue capitán de Alemania en el título de 1974, y fue su director técnico en 1990.

Lo que estás intentando es más cercano a Beckenbauer que a Zagallo. Beckenbauer no tenía antecedentes como entrenador, ningún título lo mostraba a él como un entrenador de probada eficacia. En lugar de eso tenía -y tiene- el aura de su condición de jugador más grandioso de su país.

Zagallo fue lo opuesto. Un wing laborioso en su tiempo, impregnado de la filosofía de entrenador, él entró cuando la federación de Brasil despidió a João Saldanha semanas antes de la Copa del Mundo.

Saldanha fue tu tipo de hombre, Diego. Le encantaba la irreverencia, él desmintió los estereotipos de entrenamiento. Dejó que los grandes jugadores jugaran. Compartió con ellos el amor por dar lo mejor de sí.

Vos nos contaste que tu mensaje a Messi fue simplemente decirle que nunca nadie le dijo a Maradona dónde tenía que jugar, así que vos tampoco debías decirle a Messi dónde tenía que jugar.

Interesante, porque pensamos que podía haber fricción entre el hombre que fue el jugador más mágico de la Argentina y el único hombre que podría desafiar esa designación.

Si ese es otro concepto erróneo, es hora de decir mea culpa, de corazón.

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